Ayer domingo se celebró en Singapur una nueva carrera del campeonato mundial de Fórmula 1 y, como viene siendo habitual, fue una castaña infumable. El conductor de Mercedes salió el primero y es de suponer que acabaría el primero como suele suceder.
Se supone que el circuito nocturno de Singapur es eso que se llama un «marco incomparable» para las carreras de Fórmula 1 aunque en este caso se juntan el hambre con las ganas de comer: en Singapur no se puede correr de día porque el calor haría desmayarse a los pilotos y además viene muy bien un retraso de seis u ocho horas para que las carreras se vean en Europa. Así, todos contentos.
O al menos en teoría.
Los organizadores no han tenido en cuenta (o les importa un pimiento) que
– en España, los domingos a las cuatro de la tarde es demasiado tarde y demasiado pronto para todo
– si siempre gana el que sale primero y nadie es capaz de adelantarlo, a las dos ya se ha acabado la carrera
Luego está el asunto de los comentaristas, que para hablar de algo mientras los coches dan vueltas y vueltas se dedican a comentar que si uno lleva gomas blandas con doce vueltas y el otro duras casi nuevas y anuncian un vuelco en la clasificación que lego nunca se produce. Y así pasan los minutos y venga dar vueltas y vueltas.
Y me quedé dormido.
Supongo que Hamilton ganaría, que para eso tiene el mejor coche este año (es el coche, estúpido) y allí estaba dando vueltas y vueltas a toda velocidad y no creo que nadie se atreviera a adelantarlo.
Luego miraré algún periódico a ver cómo quedó la cosa pero me juego un pie a que ganó el inglés y Alonso se quedó donde estaba (creo que cuarto cuando entorné los ojos para… reflexionar). 🙂